miércoles, 16 de noviembre de 2011

Espiritualidad de Edith Stein

El Siglo XX nos brindó muchos modelos de santidad. Por eso, desde Liturgia y Espiritualidad queremos compartir algunos aspectos espirituales de distintas personas que, desde su vida cotidiana, su lucha incansable y valores inclaudicables sostuvieron el estandarte de la bandera de Cristo en todos sus ambientes.

Por esta razón, les acercamos algunas singularidades sobre Sor Teresa Benedicta de la Cruz, más conocida por su nombre de nacimiento: EDITH STEIN.


Nacida en medio de una familia judía de Breslavia, la Dra. Stein cursó sus estudios filosóficos en la Universidad de Gotinga, lugar en que se convirtió en brillante discípula del célebre filósofo Edmund Husserl.

Pero es en 1921 cuando, en la casa de una amiga, Edith visita la biblioteca y lee la autobiografía de Santa Teresa de Ávila, obra  determinante para su conversión definitiva al cristianismo.

Sin embargo, abrazar la Fe católica no le fue de mucha ayuda en el agitado contexto socio- político en que vivía. Eran los tiempos en que el Tercer Reich extendía sus influencias y poderío por todo el terreno alemán. Poco a poco, por su condición de hebrea, a Edith se le fueron cerrando todas las posibilidades relacionadas con el ámbito académico: dictar clases en las Universidades, brindar conferencias, redactar artículos, etc. Es el momento de entrar al Convento Carmelo.
Explicado brevemente el contexto en que le tocó transitar por esta tierra, nos dedicaremos a dos de los principales elementos que caracterizan la espiritualidad steiniana: la oración y la cruz.

Oración y apostolado 

La oración es el elemento esencial en la vida de Edith ya que para ella constituye el camino para apoyar a su pueblo en el sufrimiento. Para ella es sólo en Cristo y desde Cristo que tiene sentido y razón de ser la vivencia de la oración como vocación y apostolado. Y la oración es el método para abrir el alma a Dios, contemplar el rostro del Eterno.
La vida de oración, en la medida en que va creciendo como acto libre y amoroso, se transforma en un camino de unión, o camino de participación en la esencia divina que es amor: El hecho de que Dios sea acogido por el alma significa más bien que ésta se abre libremente a Él y que se da en esta unión que no es posible más que entre personas espirituales. 
El amor divino rompe con el egoísmo del corazón, y hace que la voluntad del hombre se conforme con la voluntad salvífica universal de Dios. Por eso, la oración se transforma en intercesión por el bien de la humanidad. Así lo comprendió Edith Stein, al interceder con el sufrimiento voluntario y alegre en favor de los pecadores y colaborar de esta manera, en la salvación de la humanidad. 
De aquí que el sentido apostólico de la oración haya que buscarlo en la cruz de Cristo. La unión con Dios se realiza mediante la participación y el seguimiento de la vida de Jesús. 
 
Abandono y cruz 
Edith Stein vivió su vocación al Carmelo como camino de entrega, como medio a través del cual hacer algo por los suyos, por todos. Y donde más claro aparece es, precisamente, en esa ofrenda que hace de sí en holocausto por la paz. Así lo expresa a la Priora: “Querida Madre, permítame Vuestra Reverencia, el ofrecerme en holocausto al Corazón de Jesús para pedir la verdadera paz: que la potencia del Anticristo desaparezca sin necesidad de una nueva guerra mundial y que pueda ser instaurado un orden nuevo. Yo quiero hacerlo hoy porque ya es medianoche. Sé que no soy nada, pero Jesús lo quiere, y El llamará aún muchos más en estos días”.

En este acto de ofrenda podemos ver como Edith vislumbra su vocación a la luz de la fe y de los signos de los tiempos que vive. En consecuencia, ella aseguraba que el  decidirse por Cristo podía costar la vida y estuvo dispuesta a asumir esa vocación de  la más íntima unión con Cristo a que fue llamada porque “el que quiera desposar al Cordero tiene que dejarse clavar con él en la Cruz”

Es a través de la cruz como Edith crece y alcanza las vetas de la unión con Dios. Sus palabras y sus gestos delatan una vida mística escondida y profunda. Ella no teoriza, habla desde la experiencia y desde la profunda convicción de que está cumpliendo su misión en función de su unión con Cristo, y en favor de los demás. Por eso su modelo será la reina Ester. Su misión no es la de morir, sino la de interceder con una disposición total por su pueblo, incluso contando con la posible pérdida de la vida. Una entrega que, siguiendo el ejemplo de Jesucristo y unida a Él, tiene un valor apostólico redentor. Quiere colaborar en lo que falta a la Pasión de Cristo: “Ay es por eso que el Señor ha tomado mi vida por todos. Tengo que pensar continuamente en la reina Ester que fue arrancada de su pueblo para interceder ante el rey por su gente. Yo soy una pobre e impotente pequeña Ester, pero el rey que me ha escogido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo”.  

La Dra. Stein o Sor Teresa Benedicta de la Cruz padeció el martirio en la cámara de gas del campo de concentración Nazi de Auschwitz, el 9 de Agosto de 1942. De esta manera, Edith encuentra la culminación de su vocación. Muere mártir, como ofrenda para la salvación de las almas, por la liberación de su pueblo y la conversión de Alemania.

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